El Perú es el tercer país más vulnerable al cambio climático del mundo, según un informe del Tyndall Centre*. Este conjunto de alteraciones climáticas de origen antropogénico viene causando una serie de impactos en el territorio de los Incas y Nazca, desde desglaciación de nevados tropicales hasta mayor frecuencia de fenómenos naturales. Pero ¿Es un problema exclusivamente ambiental?
Según un extenso informe del Banco Central de Reserva**, al 2050 el país que dejó asombrados a naturalistas como Raimondi y Humboldt podría perder alrededor del 20% de su PBI. Esto se debe, principalmente, a que la economía nacional es altamente dependiente de actividades como pesca, agricultura y otras relacionadas al extractivismo. Por otro lado, problemas estructurales como pobreza, desigualdad y falta de institucionalidad se suman a la falta de infraestructura y descentralización productiva que caracteriza al Perú.
Si bien el cambio climático no produce fenómenos meteorológicos como el Niño, sí exacerba sus consecuencias. Ligeros cambios de temperatura en el mar, para mencionar un ejemplo, producen que los grandes cardúmenes de anchoveta y jurel migren hacia aguas más frías. En consecuencia, el sector pesquero industrial se ve diametralmente perjudicado. Por otro lado, la pesca artesanal percibe los mismos impactos. En paralelo con la contaminación marina, estos caballeros del mar tienen que sortear retos mayores para poder llegar con un minúsculo porcentaje del pescado que hace años lograban obtener. El caso de los pescadores moche es bastante ilustrativo.
El sector agrario, fuertemente dependiente de precipitaciones y condiciones climáticas, también es sumamente vulnerable. La actividad que concentra más del 23% de la PEA depende, en gran medida, del agua de lluvias y de factores climáticos. Así, las comunidades de los Andes, que en conjunto producen más del 70% del abastecimiento agrario del país, tienden a empobrecerse por la pérdida de sus cosechas a causa de eventos climáticos como sequías, inundaciones, heladas y veranillos.
En ese sentido, la pérdida de tradiciones y costumbres milenarias de pueblos andinos y amazónicos es mayúscula. El contexto climático tiende a desembocar en conflictos por recursos y migraciones forzadas. Las disputas por el uso del agua en la zona andina, por ejemplo, son cada vez mayores. La pugna entre agricultores y ganaderos genera, en algunos casos, actos violentos. El caso más extremo, sin embargo, lo representan las migraciones forzosas. Cuando las poblaciones, literalmente, ya no pueden adaptarse ante un contexto que no necesariamente generaron deben elegir entre migrar o morir.
Llegado a este punto, ¿Aún podemos encasillar al cambio climático como un problema meramente ambiental? Los ejemplos son contundentes y se podrían extender a temas como tan amplios y prioritarios como inseguridad energética, afectaciones críticas a la salud y pérdida de biodiversidad. Y aunque todos percibimos los impactos climáticos, la información sigue siendo escasa en el grueso de la población.
Las negociaciones climáticas continuarán. Independientemente del compromiso y la ambición de un posible nuevo acuerdo debemos actuar. No sólo es el ambiente; es también la sociedad, la cultura y la economía. No sólo es el futuro, es (y desde hace mucho tiempo) ya el presente.
BROOKS, N. & W. N. ADGNER (*)
2013 Country level risk measures of climate-related natural disasters and implications for adaptation to climate change (Tyndall Centre Working Paper 26). Traducción del autor. Norwich: Tyndall Centre
VARGAS, Paola (**)
2009 El Cambio Climático y sus Efectos en el Perú. Lima: Banco Central de Reserva del Perú.