El Perú es uno de los países más biodiversos del planeta. La presencia de la cordillera de los Andes, la corriente fría de Humboldt, la cercanía a la línea ecuatorial y otros factores, convierten al país en un paraíso climatológico. El país de los Incas posee 84 de los 104 microclimas del mundo. Capaces de albergar a una inmensidad de manifestaciones biológicas.
La presencia de aves, por ejemplo, es admirada por el mundo. Perú posee 1835 especies —según datos del MINAM— y sólo es superado por Colombia con 1888. El potencial de este dato es relevante. Una nueva corriente de turismo sostenible viene ganando terreno en el mercado: la observación de aves o Birdwatching. Y nosotros poseemos todas las condiciones a nuestro favor.
Acompañados de vinoculares, telescopios y las infaltables listas -con las especificaciones de los ejemplares- de aves, los avistadores se internan en bosques, humedales y montañas por días o semanas. Con el único objetivo de admirar especies que sólo vieron en revistas y libros especializados. Quizá parezca una demencia. Pero el turismo ornitológico es practicado por millones de personas en Europa, Asia y Norteamérica, principalmente.
Esta subcultura congrega miles de aficionados en festivales y concursos de avistamiento. El British Birdwatching Fair, en el Reino Unido, congrega todos los años a más de 25000 personas para contemplar una migración de aves. En una región que no cuenta ni con la cuarta parte de las especies del Perú, la actividad no deja de ganar adeptos.
Una de las peculiaridades de este turismo sostenible son los "Big Day's". En tan sólo 24 horas, grupos de entrépidos ornitólogos y aventureros se disponen a acechar la mayor cantidad de especies, en espacios escogidos con minucioso análisis. Tan sólo hace meses -2014- un equipo de ornitólogos de la Universidad de Lousiana logró avistar 345 especies en una región de la selva peruana. Con esto, establecieron un récord mundial. Una verdadera odisea para una actividad que no escatima en gastos.
No obstante, esta creciente actividad sólo puede ser posible si es acompañada de otro eje primordial: la conservación. Y la conservación en el país de la COP 20 no va por la senda adecuada.
El Parque Nacional Cerros de Amotape, por ejemplo, está seriamente amenazado. Este espacio que cuenta con condiciones geográficas únicas en el mundo y es hábitat de especies endémicas -y de especial importancia para la ornitología- como la pava aliblanca y el cóndor andino puede verse mellado por decisiones políticas. Un proyecto de ley, aún en debate, pretende recortar 277.35 hectáreas de bosque seco para la construcción de una represa y un embalse.
Este caso no es el único. El representativo y endémico colibrí cola de espátula, por ejemplo, corre la misma suerte. La deforestación y contaminación del Valle del Utcubamba, única zona en el mundo de su presencia, crecen paulatinamente. Sólo la conservación sostenible y reforestación con especies nativas, como ya se viene ejecutando, puede salvar al colibrí maravilloso de un futuro poco alentador.
En este punto, sólo la convergencia de estas dos actividades puede ayudar a superar problemas muy difundidos. El Birdwatching puede convertir en rentable la conservación y así brindar incentivos a los ciudadanos de abandonar las actividades extractivas y virar a la revaloración de su espacio. La sostenibilidad financiera tampoco es tan difícil, después de todo. Sólo basta apreciar la oportunidad y actuar.
Facilitar e incentivar el turismo ornitológico debe ser prioritario en la agenda ambiental y política. La capacitación de los guías de aves locales y la creación de clubes de observación son dos buenos puntos de partida. El Birdwatching apunta a convertirse en una industria sostenible importante, a largo plazo. Y nosotros, tenemos todas las condiciones geográficas y biológicas a nuestro favor.
A veces, un simple texto no inspira lo suficiente. Pero la historia de Santos Montenegro siempre fue en mi un motor de inspiración para la acción. Empecemos a actuar.